Politicas Publicas

Ministro del Deporte y Juventud: ¿todo junto o por separado?

 

Extracto de Artículo publicado por Oscar Dávila León,
en Revista Observatorio de Juventud (marzo, 2009).
A fines del año 2007 —y sin demasiada difusión— surgió la iniciativa del gobierno de modificar lo que podemos conocer como institucionalidad gubernamental en materia de juventud, representada de manera preferente por el Instituto Nacional de la Juventud (INJUV).
En un primer momento, el proyecto en esta etapa sólo crea el cargo de Ministro del Deporte y la Juventud, entendido como un inicio en la modificación de la institucionalidad del deporte y de la juventud en Chile, para que «paulatinamente se vayan efectuando los cambios requeridos para que las instituciones y los organismos vinculados a los sectores del deporte y de la juventud, se vayan adaptando a estos cambios». Por tal razón, «el Instituto Nacional de Deportes de Chile y el Instituto Nacional de la Juventud, mantendrán sus actuales funciones y atribuciones» (Gobierno de Chile, 2007).
El cargo de Ministro del Deporte y de la Juventud, «que se define como un funcionario de la exclusiva confianza del Presidente de la República cuya misión consiste en colaborar con el Presidente de la República en el diseño, la planificación y la coordinación de las políticas de la institucionalidad de los asuntos del deporte y de la juventud, sin perjuicio de las funciones y atribuciones que correspondan, en estas materias, a los demás organismos de la Administración del Estado. [...] Y orgánicamente, lo anterior implica la creación de un nuevo cargo en la planta directiva del Instituto Nacional del Deporte, al que se le asigna el grado y jerarquía propia de un Ministro de Estado» (Gobierno de Chile, 2007).
El proyecto original del 20 de diciembre de 2007, fue ingresado a la Cámara de Diputados el 9 de enero 2008, sin urgencia, y se encuentra en el primer trámite constitucional, siendo abordado por la comisión especial de deportes para su tramitación (Boletín 5697-29).
Podemos preguntarnos si la modificación inicial —y las por venir— de una reubicación orgánica dentro de la institucionalidad gubernamental del tema de juventud (junto con deportes o dependiente de ésta) puede colaborar con el diseño e implementación de políticas de juventud en un sentido amplio. Pareciera que la respuesta va más por la negación que por la afirmación.
Incluso más: es dable pensar que esta reubicación podría ser un retroceso en la larga experiencia gubernamental de intentar diseños para su institucionalidad en juventud, pues sabemos que es perfectamente posible que la «dimensión y condición juvenil» termine atrapada e invisibilizada dentro de la «dimensión deportiva» de la gestión pública, la cual debe propender al conjunto de la población y sectores sociales. La asociación entre juventud y deporte es débil y podría carecer de un proceso más reflexivo al momento de esta reubicación, siendo que la «tradición» en institucionalidad en materia de juventud ha tendido a separarla de la sectorialidad de «deportes y educación» en el pasado, y a tiempos más actuales, de «seguridad y salud»; intentando acercarla a desarrollo social y el área política.
Si bien es cierto que las ubicaciones institucionales de lo juvenil en las estructuras gubernamentales no determina per se sus orientaciones de política, sí por lo menos nos hace referencia a los énfasis que podrían adquirir algún tipo de política que surgiera desde una determinada ubicación, que en este contexto, se constituiría en un retroceso si se pretendiera reducir lo juvenil a la práctica deportiva y el uso del tiempo libre, orientación que tuvo su despliegue alrededor de la década de los años setenta del siglo pasado en la región latinoamericana, y que incluso podría considerarse como los orígenes de lo que hoy conocemos como políticas de juventud.
De manera paralela y por sobre cualquier reordenamiento institucional en juventud, debemos interpelar a ésta por el y desde el plano de las políticas dirigidas a la juventud, las cuales debieran dar cuenta y responder a las diferentes formas, modos y realidades en que las y los jóvenes expresan y viven sus «condiciones y situaciones juveniles», tanto desde el punto de vista subjetivo como objetivo, es decir, políticas que puedan impactar significativamente en las condiciones de vida material e inmaterial de la juventud chilena.